"Tenemos que aprender, porque todavía estamos lejos de saberlo bien, a vivir con la naturaleza y para la naturaleza". -Arturo Uslar Pietri.
Los seres humanos cambiamos diariamente, ya que nuestras necesidades son diferentes a las de hace cinco o diez años. Esto quiere decir que nuestros gustos y preferencias han evolucionado. El uso de agroquímicos en la producción de alimentos se cuestiona en todo el mundo porque sus efectos causan serios daños, no solo al medio ambiente sino también a la salud humana. Existen evidencias científicas de que el uso indebido de agroquímicos causa cáncer, mutaciones en los cromosomas, deformaciones de embriones, daños hepáticos, etc.
En Guatemala todavía no existen mecanismos que permitan tener un control eficiente sobre residuos químicos en los alimentos que afectan la salud y causan pérdidas humanas. Para acabar con el problema, la mejor alternativa es producir orgánicamente. Se estima que la industria de la agricultura orgánica será en el futuro la que lidere el mercado. De hecho, en los últimos años, el movimiento orgánico ha tomado mucha fuerza en países industrializados.
Otro concepto muy importante relacionado con la producción orgánica es la certificación. Muchos productores, debido al alto precio de plaguicidas, producen en forma orgánica pero no certificada debido a su alto costo. Actualmente existe un movimiento de diversas entidades privadas y gubernamentales que apoyan la aprobación de una ley orgánica en el Congreso, pero la misma ha estado estancada durante años, así como la creación de un sello nacional para quienes requieran que sus productos sean certificados y puedan ser comercializados como "orgánicos" o "naturales".
Para que un producto se considere orgánico al 100%, debe estar certificado por una agencia acreditada que garantice que el producto ha sido cultivado bajo una serie de normas ambientales de producción orgánica reconocidas, tanto en el ámbito nacional como internacional, las cuales son rigurosas y avalan el cultivo y su calidad. Con esta herramienta, tanto el productor como el consumidor están protegidos. Además, marca la diferencia entre la comercialización de un producto orgánico y un producto cultivado en forma convencional. Así es como los consumidores adquieren la confianza suficiente en el producto.
Los alimentos orgánicos son de mejor calidad y no tienen contaminantes químicos, lo cual se refleja en su precio. Además, no tienen impacto ambiental en su producción. De hecho, los mercados están en constante cambio y por ello las empresas nacionales han tenido que innovar sus prácticas comerciales para no quedar obsoletos.
Los guatemaltecos vivimos en un país muy rico en biodiversidad y todavía poseemos un patrimonio muy valioso que son las semillas criollas, las cuales debemos conservar, proteger y multiplicar. La semilla no es un producto que se compra regularmente en un supermercado. Y para obtener un buen rendimiento en la cosecha, así como una sana alimentación, se deben sembrar semillas cuyo proceso de producción esté garantizado. De esta manera, con la adopción de la agricultura orgánica, Guatemala puede contribuir a erradicar la crisis alimentaria que actualmente sufre, así como a frenar el cambio climático de una manera sana y amigable con el medio ambiente.
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